Libia: fariseos y la destrucción de un pueblo
por Jorge Capelán
y toni solo, 22 de septiembre 2011
La clase gerencial-intelectual
de la izquierda neocolonial se hunde cada vez más en sus contradicciones con cada
nuevo artículo que sus representantes publican sobre Libia. Ahora el turno le toca
a Santiago Alba Rico en “Libia, el caos y nosotros” publicado en Acomodación este
20 de septiembre. Es uno de varios artículos que han aparecido apoyando la irrisoria
idea de que ha habido una revolución popular en Libia.
Es más que evidente
que una mayoría del pueblo libio apoyó a la Jamahiriya y pelea ferozmente contra
una minoría de libios sobornados y chantajeados por los gobiernos occidentales,
apoyados por un gran número de mercenarios extranjeros y por las fuerzas de la OTAN.
Es absurdo designar como revolución este golpe-insurrección por contrato. Como lo
ha expresado muy bien el partido Tudeh de Irán, que se opone al sistema de la Jamahiriya
libia:
“Consideramos que
la política de 'cambio de régimen' de las fuerzas afiliadas a los imperialistas
contrasta completamente con los supremos intereses del pueblo libio y de los pueblos
del Medio Oriente y lo condenamos. De hecho, aun si las fuerzas opositoras al régimen
dictatorial de Ghaddafi lograsen controlar el país o una parte significativa del
mismo con el apoyo militar y bajo la cobertura de los aviones bombarderos y los
misiles cruceros destructivos de los países imperialistas ¿cómo podría su poder
y autoridad tener alguna legitimidad popular?” (http://www.solidnet.org/iran-tudeh-party-of-iran/1389-tudeh-party-of-iran-stop-bombing-libya)
LOS HERMANOS DE TUDEH comparten la falsa
idea que la Jamahiriya libia fue una dictadura y que el dictador fue Muammar Al
Ghaddafi. Ninguna dictadura habría sobrevivido a la agresión despiadada de la fuerza
militar de la OTAN durante tantos meses. A pesar de ese error analítico, los hermanos
de Tudeh entienden el concepto de la legitimidad. Y ven que una minoría oportunista
y mercenaria no puede constituir un gobierno legítimo si llegan al poder en base
del poderío militar de los países imperialistas de Norte América y Europa.
El artículo de Alba
Rico afirma, “No voy a entrar en una polémica muy pugnaz que ha fracturado el campo
anti-imperialista; sólo quiero dejar constancia de que el único lugar donde esa
polémica no ha existido ha sido curiosamente el lugar donde se producían los acontecimientos.”
Sin embargo, se mete de lleno en la polémica y lo hace mintiendo de manera descarada.
El sentido y significado
de los acontecimientos en Libia han dado lugar a fuertes y vigorosas discusiones
en toda la región desde Argel hasta Ciudad del Cabo. Alba Rico da prueba de un dudosamente
ingenuo sesgo hacia el mundo árabe en su perspectiva hacia el país agredido por
la OTAN. Sin embargo, el significado fundamental de la agresión y el golpe-insurrección
contrarrevolucionaria en Libia tienen que ver más que todo con su carácter de país
africano.
Pero aún sin tomar
en cuenta la dimensión africana del conflicto, Alba Rico está equivocado al sugerir
que la mayoría de la izquierda en los países árabes o del Oriente Medio apoya al
CNT. El partido Argelino por la Democracia y el Socialismo, partidos de izquierda
de Iran como Tudeh, los partidos comunistas del Líbano y de Turquía, han adoptado
posiciones que claramente cuestionan la legitimidad de esa banda de contrarevolucionarios,
mercenarios y peones de los poderes extranjeros.
EN ÁFRICA ES NOTORIO EL APOYO de movimientos
a favor de la Jamahiriya libia y Muammar al Ghaddafi en todo el continente. Cuando
Alba Rico habla del aislamiento de la Jamahiriya toma una posición totalmente eurocéntrica,
ignora el amplio apoyo a ésta en África, Asía y América Latina, entre otras cosas,
por la posición política de la Jamahiriya a favor del diálogo y una paz negociada,
pero también por experiencias históricas y recientes de la solidaridad libia. Sobre
América Latina, Alba Rico se refiere desdeñosamente acerca de las posiciones de
Nicaragua y Venezuela, ignorando de manera insidiosa la posición contundente del
bloque conformado por todos los países del ALBA.
Ignorando al movimiento
de solidaridad en los Estados Unidos, Alba Rico elige también ignorar olímpicamente
el incómodo hecho de que la izquierda negra en pleno se ha volcado a condenar la
invasión imperialista de la OTAN desde el primer momento. En una operación de evidente
mala fe, el autor llama a todos estos grupos, y a los demás grupos en todo el mundo,
aún en el centro imperialista, que se han levantado en solidaridad con Libia, “occidentales”.
En fin, Alba Rico, igual que los escritores que comparten sus criterios, deliberadamente,
deshonestamente y de una manera racista ignora los masivos crímenes de lesa humanidad
cometidos por los asesinos, torturadores y violadores del CNT.
POR OTRO LADO, ESTA ES LA LISTA de países
que rechazaron, se abstuvieron o no se presentaron a la votación para reconocer
al CNT en la ONU. La rechazaron: Angola, Bolivia, Cuba, República Democrática del
Congo, Ecuador, Guinea Ecuatorial, Kenia, Lesotho, Malawi, Namibia, Nicaragua, Sudáfrica,
Suazilandia, Tanzania, Venezuela, Zambia y Zimbabue. Se abstuvieron: Arabia Saudí,
Argelia, Antigua y Barbuda, Camerún, República Dominicana, El Salvador, Indonesia,
Malí, Mauritania, Nepal, San Vicente y las Granadinas, Surinam, Trinidad y Tobago,
Uganda y Uruguay. No participaron: Albania, Bielorrusia, Burundi, Camboya, Corea
del Norte, Eritrea, Guinea, Guinea-Bissau, Haití, Guyana, Mozambique, Myanmar, Nigeria,
Pakistán, República Centroafricana, Ruanda, Somalia, y toda la antigua Asia Central
soviética.
Es irrisorio entonces
hablar como si existiese un consenso contundente en contra de la Jamahiriya libia
y Muammar al Ghaddafi. Lo que existe es un Bloque Occidental dominado por sus élites
fascistas – la alianza militarista de la clase dominante política con la clase capitalista
corporativa - que han ejercido enorme presión diplomática y económica sobre sus
aliados para lograr el resultado deseado. Como Neville Chamberlain y Eduardo Daladier
en Munich, Dmitri Medvedev de Rusia y Hu Jintao de China han sacrificado Libia como
aquellos sacrificaron lo que fue Checoslovaquia para apaciguar la bestia militarista
de la época, la Alemania Nazi.
YA ESTAMOS EN UNA GUERRA MUNDIAL declarada
abiertamente por sucesivos administraciones de los Estados Unidos apoyados por sus
aliados del Pacífico y de Europa. Y es natural para Alba Rico y los demás colaboradores
acomodados de la guerra psicológica de la OTAN, la bestia militarista de nuestra
época, sugerir que la ola de protestas en el norte de África constituye un fenómeno
nuevo y exitoso. Al contrario, las revueltas populares en esos países no son nada
nuevo. Han tenido protestas populares desde los tiempos coloniales. Todavía está
por verse si de ellas resulta algo positivo en beneficio de los pueblos.
La situación en Libia
ha sido muy diferente de la de Egipto, Túnez y los demás países de la denominada
(hasta por Barack Obama y John McCain) “primavera árabe”. Y es muy falso de parte
de Alba Rico el pretender que él sabe qué fue lo que pasó en febrero en Libia. No
lo sabe. La información disponible ha sido totalmente confundida y sesgada. Lo único
que sabemos es que hubo algún tipo de protesta mezclado con algún tipo de acción
armada. De allí no sabemos nada con seguridad. Lo que sí sabemos es que casi inmediatamente
se pasó a una fase de insurrección armada e intento de golpe de Estado que fue aprovechado
desde su inicio por los gobiernos de la OTAN.
TODO INDICA QUE TUVO LUGAR un golpe-insurrección
por contrato apoyado desde mucho antes por la OTAN y sus aliados en los gobiernos
árabes represivos de la región. Gente como Alba Rico se contradice de plano al hablar
de una insurrección popular que misteriosamente estaría necesitada del apoyo “democrático”
de la OTAN. Ahora, hipócritamente, gente como Alba Rico y el palestino Ramzy Baroud
plantean que no estaría mal si el CNT se liberara de la intervención extranjera
para volver a ser verdaderamente libres (o independientes, como tal vez sí lo eran
durante la Yamahiriya) y así poder completar la “revolución popular”. Es difícil
encontrar algo que iguale semejante falta de seriedad.
De hecho, sería bueno
que Alba Rico escarbase un poco en la historia de las revoluciones populares, para
que se diese cuenta de que ninguna de ellas se llevó a cabo con la ayuda del colaboracionismo
con las invasiones imperiales. Claro, que como el mismo autor lo explica, los “pueblos
árabes” (como si la situación de Libia se pudiese reducir a la de un “pueblo árabe”)
se encuentran ante desarrollos históricos que ni el mismo Marx pudo prever - tiempos
orwellianos en los que, según Alba Rico, el imperio significa la independencia.
Es una lástima que
esta novísima teoría no sea en realidad tan nueva como Alba Rico se lo imagina:
Ya ha sido esgrimida por incontables camadas de personalidades “progresistas” desde
que el imperialismo en su sentido moderno de la palabra ha existido. Fue, en el
fondo, la misma argumentación que hizo a los socialdemócratas europeos alabar los
dones benéficos del colonialismo a inicios del siglo XX, y es la misma argumentación
con la que se justificaron las dos guerras de Yugoslavia, la ocupación de Afganistán,
la invasión a Irak, la fracasada misión de la ONU en el Congo, el golpe e “intervención
humanitaria” de la MINUSTAH en Haití y, al mismo tiempo que en Libia, la colonialista
intervención de Francia en Costa de Marfil.
PARA ESTOS BOMBARDEOS DE LIBIA, para estas
masacres, para estos pogromos contra inmigrantes africanos, intelectuales como Alba
Rico, para estas condiciones que “Marx jamás previó”, echan mano de los mismos argumentos
de los “marxistas” iraquíes que en su día bendijeron las bombas de la OTAN y que
hoy se encuentran nadando en alguna letrina recóndita de la historia. De poco o
nada les sirve, como lo hace Alba Rico, el invocar a Sartre (debería darles vergüenza
hacerlo), o llamar “occidentales” a los que se alzan contra el imperio. Cada ideología
justificante del atropello imperial echa mano a su variante particular del diversionismo.
No hay nada nuevo tras esas viejas mañas.
Es de un cinismo inmoral
evidente el acusar a los que nos opusimos y nos oponemos consecuentemente a la intervención
en Libia de proveer de argumentos a la OTAN, cuando fueron partidos como el NPA
(Nuevo Partido Anticapitalista), el PCF (Partido Comunista Francés), el PG (Partido
de la Izquierda, una escisión del PS) y Los Verdes en Francia, los que a coro se
sumaron al apoyo de la intervención humanitaria. No fuimos nosotros sino los representantes
de los dos principales sindicatos españoles CGT y CCOO los que calificaron la intervención
como un "mal menor". No fuimos nosotros sino el Partido de Izquierda sueco
el que votó a favor de permitir el envío de cazas de combate a Libia. En fin, la
lista de los que dieron su apoyo a ese crimen y a los crímenes que de él se derivan
es larga, y en ella se encuentran los intelectuales que permitieron y permiten racionalizarlos.
LA BAJEZA MORAL Y LA PLENA COLABORACIÓN con
la OTAN de este tipo de argumentación de parte de los narcisistas de la izquierda
neocolonial llega al colmo cuando minimizan la agresión de la Alianza Atlántica
contra el pueblo libio. Alba Rico alerta que la situación es muy compleja: “La OTAN
misma es consciente de esta complejidad, como lo demuestra el hecho de que -tal
y como recuerda Gilbert Achcar- ha bombardeado muy poco Libia con el propósito de
alargar la guerra y tratar de gestionar una derrota del régimen sin verdadera ruptura
con él”, escribe.
Pero miente. Libia
ha sido bombardeada sin merced para destruir toda su infraestructura. Es como decir
que los sionistas solo bombardearon “un poquito” Gaza o Beirut. Las grandes ciudades
de Libia han sido destruidas. Alba Rico sugiere que esto fue a propósito para alargar
la guerra. Es obvio que argumenta así porque no puede reconocer que el motivo de
los bombardeos constantes durante estos siete meses ha sido la resistencia de la
mayoría del pueblo libio que rechaza el CNT.
Primero (en las primeras
horas) bombardearon los aeropuertos y lo que hubiese de fuerzas aéreas. Muy pronto
bombardearon las unidades e instalaciones del ejército libio – algo para lo que
ni siquiera tenían mandato. Luego, ante la firmeza de la gran mayoría del pueblo
libio, llevaron adelante una campaña estilo sionista de eliminación “selectiva”
de los dirigentes tribales defensores de la Jamahiriya, sin siquiera pararse a pensar
que al bombardear sus viviendas también estaban asesinando niños, ancianos y mujeres.
Como eso no dio resultado,
pasaron a los bombardeos indiscriminados, igual que como lo hizo el ejército de
ocupación italiano en Libia a inicios del siglo pasado. Mientras tanto, gente como
Santiago Alba Rico estaba aplaudiendo esta invasión y esta intervención, erigiendo
fachadas ideológicas para la desmovilización y hasta para el aplauso a los crímenes
de los gobiernos occidentales.
OTRO TEMA TERGIVERSADO POR los colaboradores
de la guerra psicológica de la OTAN contra los pueblos del mundo es lo de los fondos
soberanos del pueblo libio. Los propagandistas de los medios corporativos de la
OTAN hablan del dinero de “Ghaddafi” para acentuar la caricatura de un dictador-payaso
sangriento y corrupto – y encuentran eco en los representantes de la izquierda neocolonial.
Estos hablan como
si una dictadura pudiese acumular un fondo de más de US$200 mil millones e invertirlo
en claro beneficio del pueblo libio y de los pueblos africanos. Aplican un hipócrita
doble rasero. Para ellos son democracias los estados que toleran el criminal sistema
financiero norteamericano y europeo que chupa la riqueza de los pueblos para alimentar
mejor a las élites. En cambio, tergiversan el manejo claramente a favor del pueblo
libio y sus hermanos pueblos africanos por las instituciones de la Jamahiriya, por
más imperfectas que sean, y lo llaman dictadura. Es importante señalar esta patética
y estúpida contradicción de los intelectuales del Bloque Occidental.
Antiimperialismo es
luchar contra el imperio occidental-sionista y atlantista que en nuestro tiempo
histórico expresa la concentración última del poder militar, político y económico
del sistema de privilegios y de opresión del capitalismo. Es luchar contra el obstáculo
principal para la realización de todos los demás derechos de la humanidad y contra
la principal amenaza para la existencia de la vida en el planeta.
Antiimperialismo también
es defender a los estados nacionales en la medida en que sean espacios en los que
palabras como democracia, socialismo, e independencia tengan un sentido y en la
medida en que, por ser obstáculos a la libre expansión del saqueo imperial, sean
objeto de agresiones. Antiimperialismo es defender y por encima de todo respetar
los liderazgos que los pueblos han designado para sí mismos y dejar a estos pueblos
la última palabra sobre la interpretación de sus experiencias históricas.
EL DILEMA QUE PLANTEAN INTELECTUALES como
Alba Rico, entre defender un proyecto democrático, socialista o anticapitalista
en abstracto, y la liberación del imperialismo, es un dilema falso ya que la legitimidad
popular de un proyecto y la lucha por la independencia nacional se condicionan mutuamente.
Poco y nada avanzan las aspiraciones revolucionarias de los pueblos del Oriente
Medio con una Libia invadida y con un Mahgreb en llamas. Por el contrario, la guerra
contra Libia ha significado el último clavo en el ataúd del orden del derecho internacional
establecido en la Carta de las Naciones Unidas.
Con la resolución
1973 del Consejo de Seguridad – una razón que sólo movimientos totalmente carentes
de visión política pueden aplaudir – se sancionó por decreto la doctrina de la Responsabilidad
de Proteger y con ello se impuso el orden de la barbarie. Las Naciones Unidas ya
se encontraban en crisis, es cierto, pero ese orden ya caduco no se hará más fácil
de transformar con el asesinato del derecho internacional, especialmente en un mundo
ya prácticamente multipolar pero controlado por la dictadura anacrónica de unas
pocas potencias, la mayoría de ellas miembros de la OTAN.
ENTRE LOS DUDOSOS AVANCES APLAUDIDOS por
la izquierda neocolonial se encuentra la ampliación de la discrecionalidad del ilegal
Tribunal Penal Internacional a niveles con los que la administración Bush sólo llegó
a soñar. El mensaje de la resolución 1973 es muy claro: de ahora en adelante, todo
vale. Y lo que vendrá son más guerras que los falsos progresistas y los falsos radicales
de siempre, una y otra vez azuzarán mostrando, al mismo tiempo, caras de inocencia
y lamentación.
La reciente resolución
2009 demuestra contundentemente que la ONU está sujeta a una ingeniería virtual
generada por la guerra psicológica de los países de la OTAN y sus aliados. El contenido
de la resolución no tiene la más mínima conexión con la realidad en Libia. Esta
situación se ha facilitado por el fracaso moral e intelectual de los fariseos de
la izquierda neocolonial narcisista. Efectivamente, éstos se han aliado con los
enemigos de la humanidad.
La agresión colonial
contra Libia constituye una profunda ruptura que tendrá muchas secuelas previsibles
e imprevisibles. Una de ellas será la marginación de viejos esquemas de producción
intelectual y el desarrollo de diferentes expresiones de resistencia cultural, de
producción intelectual basadas en la realidad de los pueblos. Algo positivo que
el pueblo libio nos ha demostrado es el imperativo de respetar la sabiduría y la
soberanía de las decisiones políticas de los pueblos.
El pueblo libio y
su Jamahiriya luchan para resistir la re-colonialización de África por los grandes
poderes globales. En este momento, la persona que simboliza esa lucha al lado de
su pueblo es Muammar al Ghaddafi. Lo que nos toca hacer ahora es demostrar nuestra
solidaridad y apoyar sin reservas la lucha del heroico pueblo libio.